Sin amor no te he visto.
¿Cómo serás tú sin amor?
A veces lo pienso. Mirarte sin amor. Verte como serás tú del otro lado.
Del otro lado de mis ojos. Allí donde pasas,
donde pasarías con otra luz, con otro pie,
con otro ruido de pasos. Con otro viento que movería tus vestidos.
¿Cómo serás tú sin amor?
A veces lo pienso. Mirarte sin amor. Verte como serás tú del otro lado.
Del otro lado de mis ojos. Allí donde pasas,
donde pasarías con otra luz, con otro pie,
con otro ruido de pasos. Con otro viento que movería tus vestidos.
Historia
del corazón
Vicente
Aleixandre, 1954.
Muchos son los genios de las letras que se han planteado, al
igual que Vicente Aleixandre, si la realidad es un espejismo o si nuestros sentimientos “se disfrazan” de
realidad para, en una especie de Mátrix, presentarnos aquello o aquellos que
nos rodean de una manera más soportable para nuestra alma.
Hay veces en las que, sin ser capaz de quedarme dormido, me
planteo por qué hay veces en las que uno, como me ocurrió a mí mismo no hace
mucho, no es capaz de disfrazar sus percepciones o, peor aún, las malinterpreta
para entrar en una dinámica autodestructiva. A fin de cuentas el amor, en la
más amplia extensión del término, no deja de ser un filtro a través del cual
miramos al mundo que nos rodea al igual que lo es una situación de depresión o
ansiedad.
La vida no es ni apestosa ni maravillosa, es vida, sólo eso,
o todo eso, y planteársela en términos de rosa o negro no hace más que
propiciar dicotomías que nos llevan al colapso. En un país que se rige por la
máxima de las filias y las fobias sería más que deseable ser capaz de
abstraerse para vislumbrar que no todos los míos son infalibles o todos los
otros son un desastre, ya que, en tanto
en cuanto no demos un paso atrás y objetivemos nuestra vida cotidiana y nuestra
relación con “el mundo”, ese mundo que ocurre fuera de nuestra cabeza, no
seremos capaces de no perder el tiempo en diatribas sobre A’s o B’s, sobre
tigres o leones, sobre fachas o rojos, sobre catalanistas o españolistas…
Quizás será porque con demasiada facilidad nos convertimos
en masa, o porque siempre lo somos y la excepción es que seamos personas, somos
carne de cañón para oscuros intereses que llevan el debate fuera de lo que de
verdad importa. Sobre la solidaridad, sobre la amistad, sobre la igualdad,
sobre tú y yo, sobre nosotros…
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