El automóvil se detuvo en la dirección solicitada. No parecía que tuviera prisa pero, sin embargo, estaba tremendamente
inquieta.
Cristina abrió su bolso y consultó de nuevo aquella
invitación. Era una cartulina de papel caro, con mucho gramaje. Ni el sobre,
del mismo color, ni la propia invitación disponían de ningún logotipo, solamente
su nombre, la fecha y la hora de la inauguración además de la dirección de la
galería. El nombre de la colección “Nosotros”. Ninguna otra información, ni
quién era el autor ni el motivo por el que un mensajero le había hecho llegar
en mano aquellos papeles.
Subió una decena de metros por la calle mayor hasta el
número de calle indicado. A aquella hora de la noche no había otro local abierto,
excepto un par de restaurantes en la otra acera de la calle. Desde la calle
sólo se divisaban las imágenes de obras colgadas en las paredes y un grupo me
mujeres discutiendo con alguien que debía de ser la gerente de la galería,
reconocible por llevar un portafolios en el que tomaba notas y un manos libres
bluetooth enganchado a la oreja derecha. “Cosas de modernos” pensó Cristina.
Al entrar al local se dio cuenta de que efectivamente
estaban discutiendo, la que parecía la encargada se disculpaba ante sus
interlocutores indicándoles que ella había sido contratada sólo para aquella
noche y que un hombre de alrededor de cincuenta años le había abonado el sueldo
acordado. Ella sólo debía recibir a los invitados y al cerrar dejar la llave en
el buzón. No sabía absolutamente nada más.
Cristina estaba extrañada por tanto alboroto sólo por una
exposición, pero se alertó al escuchar que una de las personas que discutía iba
a llamar a la policía, pero pensó que alguien debió copiar alguna de las obras
y por eso se había montado aquel lío.
No eran cuadros como ella había imaginado sino fotografías.
Fotografías nocturnas con imágenes de la ciudad, series de gente paseando junto
a otras fotos de esas mismas personas en su entorno doméstico. Era un proyecto
artísticamente interesante, la dualidad de nuestra vida en la calle junto con
su vida familiar. Cristina admiraba a los fotógrafos, ser capaces de plasmar
una milésima de segundo de la realidad y crear una historia sobre ella era un
don que ella envidiaba.
Siguió paseando por la galería cuando una pareja exclamó en
voz alta “¡Somos nosotros!”, como quien no quiere la cosa Cristina se situó
junto a aquellas dos fotos, efectivamente la primera foto era de aquellos dos
jóvenes paseando por el parque agarrados por la cintura. La segunda era una
fotografía tomada de lejos, como con teleobjetivo, en ella la chica, en
sujetador, aparentemente increpaba al joven que, sin camiseta, se tapaba la
cara con las manos.
¿Qué es esto? Dijo Cristina en voz baja pensando que nadie
la escuchaba. Pero no era así, dos de las mujeres que discutían con la chica
del pinganillo se le acercaron por detrás y le dijeron “Perdona, pero creemos
que debes ver esto”. Sin estar segura de querer hacerlo, siguió a las mujeres
hasta el último set de la exposición. En él una foto de una joven haciendo
running por las calles de la ciudad, en la otra, otra foto tomada aprovechando
un reflejo de una ventana, en la que, difuminada por el vapor, se distinguía a
la misma joven tomando una ducha completamente desnuda. “¿Eres tú verdad?” Preguntó
una de las mujeres. “Ese cerdo nos ha estado espiando a todos” comentó la otra.
Cristina no tenía dudas, tanto la chica en ropa de deportes como la de la ducha
eran ella.
Una mezcla de sensaciones, por un lado miedo y por otro
excitación, se apoderó de ella mientras, avergonzada salió corriendo de aquella
galería, o de aquella encerrona, mejor dicho.
Paseó camino de la parada de taxis unos cien metros, sólo un
vehículo esperaba en la parada así que, para huir del frío, saltó dentro con
idea de dejar de pensar y llegar a casa pronto. Al tomar asiento, un ruido
mecánico la apartó de sus pensamientos. Los pestillos de la puerta se habían
bajado. Pensando que debía haber sido ella misma con el brazo le dijo al
taxista su dirección. El hombre, de unos cincuenta años, giró la cabeza y
respondió “¿Te han gustado mis fotos, Cristina…?"
No hay comentarios:
Publicar un comentario