No deja de llegar gente. La verdad es que empiezo a estar un
poco cansado de todo este ajetreo. Ciertamente siempre me he sentido afortunado
por tener tantísimos amigos, pero lo de esta ocasión se escapa de cualquier previsión.
Para el poco tiempo que han tenido para organizarlo creo que la habitación está
preciosa, todas esas flores, todas esas fotos mías por las paredes, esas
sonrisas emocionadas. Incluso en el momento en que el tío Fred se levantó para
decir aquellas palabras sobre mí creo que Linda, mi mujer, se emocionó más que
yo. Ella siempre me había dicho que era un tipo muy frío, y estoy de acuerdo
con ella. Por más que aparece gente y me dice lo que me quiere, por mucho que
hasta mis compañeros de trabajo se hayan dignado a dejar de pelearse por venir
a verme, lo último que me pide el cuerpo es levantarme y charlar con ellos.
Todo este jolgorio comenzó anoche, casi sin tiempo para
reaccionar. Acababa de llegar un poco borracho de la comida del club de campo y
me tumbé a ver la tele, al despertar seguía en el salón pero con la ropa de
fiesta, como siempre impecable con mi traje hecho a medida. No era la primera
vez que Linda me tenía que cambiar de ropa para que mis amigos no se dieran
cuenta de lo lamentable que me pongo cuando bebo. Mientras yo me hacía a la
idea de donde estaba, Linda ya estaba arreglada recibiendo amigos, todos tan guapos
y tan de fiesta, hasta mi hermano Paul ha puesto aquel traje que yo le había
pasado, pero el pobre no se da cuenta de que es un traje de dos mil dólares y
aquella corbata negra estrecha no pegaba nada para una reunión social como
aquella. Le tendré que regañar la próxima vez que hable con él.
Debe ser la resaca, o los nervios, pero ahora que me doy
cuenta, desde ayer no he probado bocado, a ver si alguno se acuerda de mí y me
trae algo porque quitando las copas que traen los que hablan conmigo, no he visto
a penas comida. La próxima vez montaremos este sarao en el propio club de campo
y así no tendré que estar preocupado de si a alguno le hace falta algo. Tengo que decirle a Linda que baje el aire acondicionado
porque tengo el frío en los huesos y no me gustaría que después los invitados
me echasen la culpa de sus resfriados.
Dios mío, ha llegado Meredith! Si mi mujer se entera de que
me estoy acostando con su mejor amiga, nos va a matar a los dos. Parece que
algo sabe, porque están discutiendo en la puerta, creo que se va a liar.
No ha llegado la sangre al río, después de un largo abrazo
parece que estaban discutiendo por otro motivo, porque las dos se han fundido
en un abrazo y llorando vienen hacia mí… no sé dónde meterme…
…la cabeza me está dando mil vueltas, no entiendo que está
pasando, que hacen estas dos plantadas delante de mí, cogidas de la mano y
llorando. Si tienen que decirme algo, que lo hagan, pero esto es demasiado, van
a acabar conmigo. Parece que Linda va a
decir algo…
“Steve, desde hace mucho tiempo sabía que estabas con
Meredith, pero nunca me importó, yo tampoco he sido nunca estrictamente fiel”
No soy capaz de articular palabra, ¡Mi mujer me engaña!, ¿por
qué no salto y se la monto, por qué ha tenido que venir con “la otra” para confesármelo?,
¿por qué hoy? Creo que me voy a desmayar pero siento como si ya estuviese
desmayado. Debe ser la tensión, últimamente la he tenido muy descompensada.
Creo que tengo que replantearme qué hacer con mi vida, con
mi matrimonio, con mis amigos. No es normal que viva siempre al límite, que
engañe a mi mujer, que no haga caso a todos estos amigos que han venido a verme
hoy.
Debo cambiar, no puedo seguir viviendo así. Cualquier día de estos me
muero y me pierdo todas estas cosas que tengo y no estoy aprovechando. Cualquier
día, como ayer.
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